Son las 5 de la mañana, hora terrícola. Mi despertador suena como cada día de la Tierra, me da la sensación de que llevo años aquí. Maldito jetlag espacial, no acabo de acostumbrarme. Parece que durante la noche el polvo lunar ha vuelto a hacer de las suyas. Están todos los cristales de la cápsula habitacional muy sucios. Madre mía, ¡quién me iba a decir cuando empecé la carrera aeroespacial que terminaría siendo parte de la primera expedición de recolección de alimentos en la Luna!


Pero lo que, sin duda, nadie se esperaba es que la Tierra nos diera en las narices con el cambio climático y el Sol se haya vuelto tan potente que en 2030 ya es imposible poder cultivar ni una patata en los campos… Menos mal que el desarrollo de la tecnología espacial ha ido más rápido y la creación de la Agencia Espacial Mundial ha hecho posible que hoy estemos aquí, en la primera base lunar recolectando alimentos básicos para llevarlos a la Tierra.


Hoy cumplo mi primer mes aquí y casi que echo de menos no ver al Sol por las mañanas. Pero hoy la Tierra se ve especialmente bonita desde mi cápsula. Es hora de levantarse e ir a formar para que nos asignen las tareas del día. Pero no antes sin tomarme mis suplementos vitamínicos, son muy importantes para no perder mucha masa muscular y mantenernos activos durante horas. “Escuadrilla número 30, a formar en la sala Armstrong”. ¡La leche! Me voy pitando.


Hoy es 16 de julio de 2030 y se cumplen 61 años del viaje de Armstrong y compañía a este satélite, que lleva siendo mi hogar un mes. Justamente aquí, dónde está ubicada la sala de conferencias diarias Neil dio su primer paso en la Luna. Es increíble que tan sólo 61 años después estemos aquí, campando a nuestras anchas, recolectando en nuestro satélite olvidado porque la Tierra ya no nos proporciona alimentos básicos.


Somos unos 10 astronautas temporeros los que nos reunimos hoy. Hay días que somos menos porque algunos vuelven al Gateway, o como lo llamo yo, nuestro peaje cislunar. Allí hacemos nuestra primera parada desde la Tierra antes de desembarcar en la Luna. En ese sitio pasamos los controles de salud, nos dan una serie de parámetros y nos entregan lo que serán nuestras pertenencias en la estancia recolectora. A veces, algunos van a llevar lo que se va recolectando para mandarlo a la Tierra. A mí, cuando me toque ir será para volver a mi hogar en el planeta ya no tan azul.


Todo se ve tan diferente desde aquí. Añoro esos días en los que nos creíamos capaces de todo desde la Tierra. Esos días quedaron atrás, todas las misiones espaciales a Marte
tornaron y tuvieron que acoplarse a la Luna. Hoy Marte se ha convertido en una mera
anécdota. Pero mi opinión es que no podemos conformarnos con la Luna. Este amigo
blanco pronto se nos quedará pequeño y en Marte había muchas esperanzas allá por 2020.


Pero basta de pensamientos y añoranzas. Hoy toca explorar el polo sur de la Luna y vigilar que la cosecha de arroz y patatas sigue su curso. Odio aquel lugar, está lleno de chatarra de los chinos. ¡Ay, qué tiempos aquéllos en que los chinos iban a su bola lanzando cacharros a la Luna!


Hoy todos somos uno y eso, me gusta

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