La basura espacial ya no es un secreto para nadie y se sabe que es una problemática que puede afectar a muchas misiones espaciales e incluso afectar a las infraestructuras terrestres. Una de las soluciones más asequibles por el momento es conseguir que todos los objetos espaciales que ya no están en uso reentren a la Tierra de una manera controlada. Y ese es el objetivo de la Agencia Espacial Europea (ESA).
La ESA está preparando la misión Draco (Destructive Reentry Assessment Container Object), que recogerá mediciones únicas durante una reentrada de un satélite desde el interior. Una cápsula especialmente diseñada para sobrevivir a la destrucción transmitirá la valiosa telemetría poco después.
Para mantener limpias las valiosas órbitas de la Tierra y evitar la creación de más desechos espaciales es importante retirar rápidamente un satélite de la órbita una vez finalizada su misión. La ESA está comprometida con su ambicioso planteamiento de basura cero, que pondrá fin a la creación de más desechos espaciales de aquí a 2030.
Según la ESA, “los satélites se pueden construir para que puedan realizar reentradas controladas o, con algo más de esfuerzo, algunos pueden efectuar reentradas asistidas o reentradas dirigidas”.
«La ciencia de la reentrada es un componente esencial de los trabajos de diseño para la desintegración. Necesitamos conocer mejor lo que sucede cuando los satélites se queman en la atmósfera y validar nuestros modelos de reentrada», afirma Holger Krag, director de Seguridad espacial de la ESA.
«Por eso, los datos únicos recogidos por Draco ayudarán a guiar el desarrollo de nuevas tecnologías para construir satélites con mayor capacidad para destruirse de aquí a 2030».
Otro elemento importante de las reentradas es su efecto en la propia atmósfera, un campo de investigación cada vez más importante a medida que aumenta rápidamente el número de lanzamientos y reentradas. Estudiar cómo se desgastan y desprenden las piezas y partículas de los materiales de las naves espaciales en la atmósfera superior puede proporcionar información sobre qué subproductos se crean y dónde. Esto permite a los científicos conocer el impacto medioambiental, lo que a su vez conducirá a diseños más sostenibles en el futuro.
La corta vida de Draco
El satélite Draco de unos 200 kg de peso y del tamaño de una lavadora, no tendrá un sistema de propulsión ni sistemas de navegación y comunicación conectados, ya que no se controlará directamente. La mayoría de las reentradas son incontroladas, los satélites permanecen pasivos mientras la atmósfera los engulle, y el objetivo de Draco es imitar una reentrada típica en la medida de lo posible.
En cambio, Draco aprovechará las capacidades de dirección del cohete con el que se lanza para alinearse para una reentrada rápida. Tras un vuelo de no más de 12 horas, durante el cual alcanzará una altitud máxima de 1.000 km, Draco reentrará sobre una zona deshabitada del océano, sus 200 sensores y 4 cámaras registrarán su abrasadora desaparición y almacenarán el resultado de forma segura en la cápsula.
Cuando el satélite se haya quemado, se enfrentará a su siguiente obstáculo. La cápsula de 40 cm podría girar y caer a gran velocidad, pero tiene que ser capaz de abrir un paracaídas independientemente de su orientación y velocidad iniciales.
Una vez desplegado el paracaídas, la cápsula descenderá más suavemente, lo que le permitirá conectarse con un satélite geoestacionario situado por encima para transmitir los datos recogidos. La cápsula dispondrá de unos 20 minutos para enviar la telemetría antes de precipitarse al océano y dar por concluida la misión.