Aunque llevábamos tiempo oyéndolo y con rumores, al final ha sido este verano en donde lo hemos visto oficializado. Nuestro ejército del aire, se trasforma en ejército del aire y del espacio. Y a pesar de todos los memes y bromas que han circulado por las redes, esto es una oportunidad para que España entre en uno de los grandes juegos estratégicos de este primer cuarto de siglo XXI. Claro está, si esta trasformación se acompaña de medidas concretas que doten a nuestras fuerzas armadas de los recursos y herramientas necesarios. Haciendo que el cambio no se quede en un simple nuevo nombre y como muchos usuarios en redes sociales han expresado durante los últimos días, en una broma. Y es que, aunque las “fuerzas espaciales” han venido siempre acompañadas de cierta burla, son una respuesta lógica a una realidad que se esta imponiendo: El espacio como un dominio operacional más para la seguridad y defensa. Y la nueva realidad de las fuerzas espaciales alrededor del mundo.
Primeramente, es esencial entender por qué el espacio se ha trasformado en un dominio operacional. Y no solo estratégico como venía siendo durante casi toda su existencia. Esta nueva condición, hace necesario que las fuerzas armadas de los distintos países respondan a este nuevo dominio operacional.
Durante la guerra fría, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética (las dos grandes potencias militares espaciales), tenían claro que los beneficios estratégicos de los sistemas espaciales estaban por encima de cualquier conflicto que pudiera estallar en dicho dominio. El gran concepto de la “libertad en el espacio” donde no había fronteras, ni espacios aéreos nacionales, permitía desarrollar misiones de reconocimiento y estratégicas que de otra forma eran imposibles en otros dominios. Como quedo demostrado para el reconocimiento aéreo estadounidense sobre la URSS tras el derribo de Francy Gary Powers a bordo de un U2 en mayo de 1960. El espacio era un componente esencial no solo de la inteligencia sino de la disuasión y estrategias nucleares. No solo por la monitorización de posibles lanzamientos o test nucleares, sino como elementos básicos para la verificación de tratados internacionales para la reducción de armamento. El espacio iba de “abajo a arriba”. La información recolectada por los sistemas espaciales sobre las actividades terrestres servía para tomar decisiones estratégicas en materia de seguridad. Y aunque ambos países desarrollaron sistemas ASAT, su empleo y uso nunca superaba los benéficos que ambas potencias obtenían de un dominio espacial sin agresiones.
Sin embargo, este uso estratégico, fue cambiando a un uso más operacional. Ya en Vietnam el reconocimiento espacial podía ser usado con fines operacionales por las fuerzas armadas norteamericanas. Pero fue realmente a finales del siglo XX cuando los Estados Unidos empezaron a incorporar los sistemas espaciales a su teatro de operaciones. En un contexto de monopolio militar espacial (en 1990 el programa militar soviético se trasformaba en ruso y venia de sufrir la perdida de proyectos como el Buran-Energia), los Estados Unidos comenzaron a implementar nuevos sistemas espaciales que no solo servían para recolectar información e inteligencia. Sino para coordinar y dirigir a tropas en el teatro de operaciones. Las telecomunicaciones o el GPS, empezaron a ser básicas para las misiones y proyección de fuerzas a nivel mundial. El espacio se trasformo en un dominio que era un “multiplicador de fuerza” por encima de todo. Y así el espacio iba de “arriba abajo”. La información recolectada y trasmitida por los sistemas espaciales venia al teatro de operaciones para ayudar a las misiones de las fuerzas armadas estadounidenses. Al mismo tiempo la aparición del ciberespacio, un nuevo dominio muy particular, usaba el espacio doblemente. Por un lado, como infraestructura necesaria para su existencia y por otro integrándolo como un elemento necesario para su funcionamiento. En este clima de uso asimétrico militar, fue China la primera potencia en cambiar su doctrina y visión del espacio. Este “santuario” era ahora un talón de Aquiles de las operaciones militares de uno de sus rivales. Que podía usarse para diezmar o impedir las capacidades operativas del enemigo. Así los sistemas ASAT, junto al ciberespacio y sistemas de energía directa empiezan a explorarse como elementos para influir los sistemas espaciales y su funcionamiento. Unido a esta asimetría en los usos militares del espacio, hay una multiplicación de actores. Lo cual complica aún mas un marco legal que está pensado e ideado por dos superpotencias para las actividades espaciales. Dicho marco que venía tratando de asegurar el uso militar “pasivo” del espacio comienza a estar en dificultados como hemos podido ver en las discusiones del comité de desarme sobre la prevención de una carrera armamentística en el espacio (PAROS). Esta nueva situación nos ha dejado con test de sistemas ASAT de ascenso directo destructivos en las últimas dos décadas por parte de China, Estados Unidos, India y Rusia. Las pruebas más peligrosos y arriesgados por el impacto que tienen en la basura espacial y congestión de la órbita baja. Pero aparte de estas pruebas más notorios, ha habido infinidad de otros más pequeños y no destructivos con armas de energía directa, ciberespacio o simplemente con operaciones espaciales de acercamiento a satélites de otras naciones.
En la actualidad los sistemas espaciales tienen su rol en mando y control, comunicaciones, inteligencia, reconocimiento, vigilancia, adquisición de blancos y como no en todo lo relacionado con el ciberespacio. Si unimos esta concentración de roles al hecho de la vulnerabilidad de los sistemas espaciales, tenemos un punto frágil para explotar en operaciones militares. Y es que los sistemas espaciales tienen su elemento más frágil en su segmento espacial. Segmento que al estar en un entorno tan hostil como el espacio, siguiendo una órbita predeterminada y sin capacidad de reparación de sus componentes, es un blanco perfecto para cualquier ataque. Pero no solo la parte espacial es vulnerable, los links de comunicación con las estaciones en tierra pueden atacarse con guerra electrónica o desde el ciberespacio, así como a sus estaciones terrestres. Las cuales no están libres de amenazas también. En otras palabras, es necesario proteger tanto la parte espacial como terrestre de los sistemas espaciales, si queremos que su rol en el resto de operaciones militares no sufra perturbaciones.
Por lo tanto, el espacio ya es una dimensión operacional más. Y es por ello que numerosas fuerzas armadas han comenzado a darle la importancia que una nueva dimensión requiere. China y Rusia cuentan con partes de sus fuerzas armadas, ligadas al espacio. Y en ambos casos con relaciones también con fuerzas estratégicas nucleares o de ciberespacio. Y en la vertiente occidental y de nuestros aliados, tras el anuncio de Trump de crear la “Space Force”, otras naciones como Francia, Canadá, Alemania, Australia o Japón han seguido el ejemplo de crear unidades y estructuras específicas para tratar sobre el espacio. Por cierto, la separación de la parte espacial de la fuerza aérea americana era algo que venía rondando desde finales de la década de 1990. Y es que, si nos ponemos a ver las capacidades militares de las diferentes potencias espaciales, los Estados Unidos, aunque siguen siendo lideres, empiezan a tener compañía.
Hablando de estas capacidades, podemos identificar 3 grandes grupos de misiones que personalmente denomino como capacidades básicas, medias y avanzadas. Las capacidades básicas están relacionadas con los primeros usos que se hicieron del espacio: Inteligencia, reconocimiento y vigilancia. Dichas misiones permiten a las fuerzas armadas de un país el tener información a escala mundial de los posibles enemigos y posibles teatros de operaciones. Las capacidades medias, van un pasito mas allá y están relacionadas con el comando y control de fuerzas militares sobre el terreno. Coordinar unidades militares, saber donde están, poder tener flujo de información bidireccional entre teatro de operaciones y lugares de mando, todo esto se logra a través de misiones de telecomunicaciones, navegación y localización, así como trasmisión de datos. Por ultimo las capacidades avanzadas están relacionadas con el propio entrono espacial. Son las que permiten a las fuerzas armadas el saber que esta sucediendo en el dominio espacial y al mismo tiempo interactuar con dicho dominio. Sistemas antisatélite (ASAT), sistemas de vigilancia espacial, sobre todo basados en el propio espacio o sistemas de reposición de satélites en caso de perdida repentina de estos son los grandes ejemplos de misiones avanzadas en este dominio.
Por último, el acceso al espacio, es otro punto crítico que las fuerzas armadas deben conservar. Con la guerra actual en Ucrania, Europa ha visto lo que sucede cuando tu capacidad de lanzamiento no depende exclusivamente de ti. Y es que la autonomía para acceder a las distintas orbitas es otro componente esencial para poder desplegar y operar los sistemas militares que usamos hoy en día. Y aunque no este nombrada en las misiones anteriores, la capacidad autónoma de lanzamiento es otro gran componente de las fuerzas espaciales alrededor del mundo. No solo la US Space Force tiene control sobre los lugares de lanzamiento como CCAFB o VAFB, sino que sus homólogos rusos también están presentes en cosmódromos como el de Baikonur o el cosmódromo militar por excelencia ruso: Plesestck. Asi el acceso al espacio es otra de las grandes misiones de las diferentes fuerzas espaciales.
¿Y en toda esta situación, donde entra un ejército del aire y del espacio español? Para mi esta claro que es una buena decisión el dotar a nuestro ejercito del aire de un mandato y misión para el espacio. Pero obviamente esta misión y mandato tiene que ir respaldado de iniciativas, fondos e inversión que trasformen en realidad a nuestro ejercito del aire en un ejercito del aire y el espacio. Y aquí dejo algunas ideas de lo que creo nuestro ejercito del aire y del espacio debería de tener como primeros objetivos:
Primeramente, como potencia espacial europea no podemos pretender competir directamente con potencias militares espaciales como China, Rusia o los Estados Unidos. Nuestras capacidades, que no están nada mal para nuestro país (el satélite de reconcomiendo y observación paz es una gran prueba de la capacidad española), no pueden ir por libre. Como europeos que somos, y como suele pasarnos en temas espaciales en Europa, nos tocara colaborar y acompañar a las otras fuerzas espaciales que hay en nuestros países vecinos y aliados. Y esto es una de las primeras cosas que nuestro ejército del aire y del espacio debería de hacer. La creación del comando espacial de la OTAN en Alemania o del centro de excelencia espacial de la OTAN en Toulouse, son claros ejemplos de la importancia que el espacio va a tener en la alianza y con nuestros aliados. Nuestro ejercito del aire y del espacio tiene que estar presente en estos organismos, con estos aliados. Debemos de formar parte activa de las decisiones y estrategias que dichas fuerzas aliadas vayan creando en el seno de nuestra alianza.
Obviamente, siguiendo lo anterior, el ejercito del aire y del espacio necesitara invertir recursos en formar y adquirir tanto a personal como a estructuras que puedan responder a esta nueva necesidad de cubrir el dominio espacial. Una vez más aquí el ejército del aire tiene buenos puntos de partida con el Centro de Sistemas Aeroespaciales de Observación como un ejemplo de esto. Pero es claro que no se puede pretender un ensanchamiento de responsabilidades a las fuerzas armadas sin invertir recursos en ello.
Por otro lado, volviendo a las capacidades, España ha demostrado ye esta demostrando su gran capacidad en campos tan críticos para las fuerzas espaciales como la vigilancia espacial desde tierra o el seguimiento espacial desde tierra en consorcios europeos como el EU SST. Y con una industria que también es puntera en este ámbito, nuestro país esta mas que bien posicionado para dotar a nuestros aliados europeos de la capacidad necesaria para seguir y conocer lo que pasa en nuestra orbita. Un campo en el que nuestro ejército del aire y el espacio debe seguir colaborando y extendiendo su implicación en el futuro.
Por último, pero no menos importante, como país con sistemas militares en órbita, el ejército del aire y del espacio debe de velar por la protección y buen funcionamiento de estos. E incluso, de los sistemas espaciales europeos en los que participamos. En este aspecto, no es solamente de asegurar que las operaciones de nuestros sistemas ocurren sin problemas. Sino desarrollar las capacidades y alianzas necesarias con otras partes de las fuerzas armadas y de seguridad del estado para asegurar dicha operatividad. El ciberespacio, que ya está identificado por nuestras fuerzas armadas y la creación del mando conjunto de ciberespacio, como un dominio crítico para estas operaciones es un claro ejemplo. O la colaboración del ejercito de Tierra con la empresa PLD Space que está desarrollando un sistema de lanzamiento autónomo español, seria otro. En ambos ejemplos, el ejercito del aire y del espacio debe no debe quedarse fuera de estos ámbitos por estar fuera de su permito, sino que debe establecer canales de comunicación, estructuras y procesos que le permitan estar al tanto de dichos ámbitos.
En definitiva, la asignación del espacio a una parte de nuestras fuerzas armadas, es una buena noticia. Que, junto a la creación de la agencia espacial española, demuestran que nuestro país es consciente de la importancia que este dominio tiene para nuestras sociedades y seguridad. Solo queda esperar que este cambio tan necesario, venga acompañado de medidas concretas y recursos que posibiliten al nuevo ejercito del aire y del espacio a desarrollar su nueva misión. Una misión que, aunque a principio se reciba en tono de burla por la población en general, al final surge de una imperiosa nueva necesidad: La de defender, operar y asegurar nuestros sistemas espaciales. Porque el espacio ya no es un santuario más, sino otro dominio nuevo que hay que vigilar y asegurar.